Una de las enseñanzas más comunes en las familias cristianas es el perdón. No existe duda acerca del valor de esta enseñanza, pero la manera en que nuestros padres nos enseñaban siempre me causó gracia. Cada vez que nos peleábamos con alguien, ya sean nuestros hermanitos o amiguitos del barrio, el pleito terminaba con una orden: Pídanse perdón y abrácense. ¡Y que sea sincero!

Todos sabemos que en más de alguna ocasión dijimos perdón y abrazamos sin realmente sentirlo en el corazón, pero ¡aprendimos lo que debemos hacer! Y en el pasaje que leemos en esta ocasión hay una orden que me recuerda a esta situación. Leemos en Filipenses 4:4

¡Regocíjense en el Señor siempre! Otra vez lo digo: ¡Regocíjense!

¡Claro! Como si fuese así de fácil. ¿Cómo podemos poner en práctica este mandamiento cuando no lo sentimos de verdad? Debemos entender que este mandamiento no se encuentra en un vacío. Viene acompañado de otros mandamientos en este mismo pasaje que debemos tener presentes.

Primero, la amabilidad. Esta es una actitud que debemos tener presente en todo tiempo. ¿Cómo lo hago? Con el simple trato. Palabras que edifiquen. Saludos que bendicen. Amor sincero hacia los demás.

En segundo lugar, fuera el afán. Esto tampoco es fácil, pero el desafío de la palabra del Señor es comenzar a depender cada día del Señor dejando toda preocupación en sus manos.

Tercero y más importante, estén firmes en el Señor. Vivir cada día muertos a nosotros mismos y vivos para el Señor. El significado de esta frase está mucho más allá de lo que podamos decir en estas pocas palabras, pero el cristiano dedicado se esforzará por aclarar en su mente y corazón, con la ayuda del Espíritu Santo, qué debe hacer para vivir firme en Él.

¿Cuál será el resultado de obedecer estos mandamientos? Lo leemos en el verso 7:

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.

¿Hay forma más efectiva que esta de vivir en pleno regocijo? De ninguna manera. Así que ¡busquemos al Señor y vivamos en la plenitud del gozo de nuestro Dios!

Pr. Raúl Salazar